Muchas y muchos siguen los dictados de la moda; otros sostienen que los ignoran por completo; hay quienes que ni se detienen a pensarlo… Pero encontrarnos con una persona elegante nos llena de admiración y hasta de sana envidia. ¿Qué podemos hacer para vernos mejor?
Elegancia es vestir con buen gusto y con distinción. Ser elegante –nos referimos en este caso al vestir, aunque es extensivo a los modos y formas de vincularse con los demás, a la manera de hablar y de expresarse– es vestirse de acuerdo a lo que uno es y a las circunstancias.
Para algunos es una forma de vida, una actitud, es parte esencial de sus existencias. Para otros puede resultar una aspiración, que ven difícil o lejana de alcanzar. Quizás muchos ni se detienen ni a considerarlo…
Pero, ¿quién no resiste el elogio o el piropo?, ¿quién no se admira cuando la belleza es resaltada con un vestido, el maquillaje, un traje o una corbata distintiva?, ¿quién no siente un íntimo orgullo cuando se ve bien al espejo?
Hablar de elegancia es reconocer la fuerza movilizadora de la belleza, es admirarse por la armonía de las formas, los colores y las texturas, es encontrar la riqueza en la modestia y en la sobriedad… Es descubrir que también la ropa comunica. Sí, en parte podemos afirmar que nos vestimos como somos, expresamos nuestros estados de ánimo, entablamos un diálogo (o no) con el mundo que nos rodea, proyectamos una imagen de nosotros y hasta podemos buscar llamar la atención, desconcertar u ocultar nuestro auténtico yo.
Para las mujeres suele resultar más fácil, más natural. Al hombre, generalmente, le resulta esquivo o tedioso. Se dice que las mujeres se visten, primero, para ellas mismas, luego para sus amigas, y por último para sus parejas o para seducir. Puede ser que los varones nieguen su trascendencia, pero en el fondo les importa y lo valoran.
Hoy en día, afortunadamente, abundan las fuentes de información y los consejeros, verdaderos especialistas en moda, estilos y tendencias. Una amiga, nuestras madres, una buena revista de moda y lifestyle, una productora, un personal shopper y hasta un asesor de imagen personal.
Si bien cada persona es un mundo y las reglas generales pueden resultar encorsetantes, aquí proponemos tres grandes ideas que pueden ayudarnos para hacer del buen vestir algo más cotidiano y accesible:
Saber elegir
Elegir es hacer uso de nuestra libertad, y para tomar decisiones hay que conocerse y contar con información confiable. Para vestir elegantemente hay que sincerarse frente al espejo: ¿quién soy?, ¿qué quiero transmitir?, ¿qué esperan los demás de mí?, ¿cómo es el contexto en el que me muevo? Ahí ocupan un lugar importante el círculo familiar y social, el entorno laboral, el ámbito profesional, la situación económica, el clima.
Respondiendo esos interrogantes nos será mucho más fácil definir un estilo propio, una conducta en la indumentaria, una paleta de colores y de texturas, un conjunto de accesorios. Así como podemos distinguir, por ejemplo, a las románticas, a los formales, a los descontracturados, a las fashion victims, al urbano, al desprolijo, al deportista, al ingeniero, al abogado, al punk o al emo… ¿nos podrán reconocer como elegantes?
Saber comprar
Otro punto –no menos importante– es saber comprar. Dicen que el secreto de un buen comercio reside no sólo en la cantidad de ventas sino en una compra inteligente y estratégica. Vestirse con distinción no tendría que ser privilegio de princesas y millonarios, de actores de Hollywood o diseñadores italianos. Podemos perfeccionarnos en una compra más racional y pragmática, en adquirir aquellas prendas, accesorios, calzados que estén en sintonía con nuestra personalidad, con nuestro estilo, con nuestras necesidades reales.
Además son numerosísimas las ofertas, promociones especiales, liquidaciones, los outlets, los descuentos con distintos medios de pago. A veces, puede ser cuestión de ser pacientes, de esperar al momento indicado, de “caminar”, comparar precios y calidades, de tomarse el tiempo para probar la prenda. ¡Cuántas veces nos dejamos tentar por lo primero que vemos o un vendedor inexperto nos convence de comprar algo que después dormirá por siempre en el placard!
Saber combinar
Aquí se demuestra la pericia cotidiana, aquí se vive el desafío de cada mañana, del casual Friday, de un casamiento de sábado al mediodía, de la fiesta de 40, de la cena de gala, del evento de una marca de moda. Aquí aparecen “los 21 tips para…”, “el manual del auténtico caballero inglés”, las reglas del ceremonial y protocolo. Todo puede ser válido y digno de consideración: no mezclar rayas con cuadros; los zapatos y el cinturón del mismo color si son de cuero; los colores más alegres para la temporada primavera-verano; el negro para el hombre por la noche; que los pantalones apenas rocen el borde del zapato…
Pero aunque aprendamos un manual de memoria, volvemos a la primera consideración: la elegancia reside en vestirse como uno es y de acuerdo a las circunstancias…. ¡ah!, y usar un buen perfume francés.
Por José L. Boggione
(Artículo publicado en Revista Doquier)